Actualmente parece que se ha producido un cambio de roles, donde el niño es quien “maneja” a sus padres, haciendo con ellos lo que quiere.
Ese cambio creo se debe principalmente a que los padres se han vuelto demasiado permisivos y son cada vez menos estrictos con sus hijos, no saben establecer reglas ni poner límites (como ya comenté en una entrada anterior). Creo que influyen varios factores como: la inexperiencia de los padres, debido a su juventud, el no dar buen ejemplo al niño, las separaciones de los padres, etc.
Aunque pienso que el principal factor que influye es que los padres no pasan demasiado tiempo con sus hijos debido a su situación laboral; de modo que se sienten culpables por no poder estar más tiempo con sus hijos consintiéndoles de todo y no poniéndoles límites. Entonces el niño ve que puede conseguir todo lo que quiera, pero luego cuando sea mayor, ¿cómo se las van a ingeniar sus padres para decirle que no? Ahí es cuando vendrá el problema, ya que si no le han enseñado que no todo se puede hacer o conseguir, no lo van a comprender, por lo que se frustrarán y además tendrán serios problemas para enfrentarse a distintas situaciones que les puedan surgir a lo largo de su vida.
Es necesario poner límites para que el niño se pueda desenvolver en la vida.
Una buena forma de conseguirlo es si no estamos señalando “cada dos por tres” únicamente los comportamientos negativos; lo que hay que hacer es marcarles unos límites claros y que el niño los conozca, así como cuáles son las consecuencias (tienen que ser positivas y negativas, no solo limitarnos a castigar, siempre hay que premiar también aquello que queremos que vuelva a repetirse); además, es muy importante mantenernos firmes en una postura y ser consecuentes con lo que le decimos al niño. Y sobre todo, si reconocemos y reforzamos aquello que hace bien, por mínimo que sea, ya que eso reforzará su autoestima.
Muchos padres no refuerzan ni elogian a sus hijos, prestando únicamente atención a las conductas negativas; este es un grave error puesto que los padres lo que hacen es reforzar esas conductas que no son apropiadas. De modo que la mejor solución es obviar o no prestar atención a las conductas negativas del niño y reforzar o premiar aquellas que sean positivas, ya que de esta forma conseguiremos que vuelvan a aparecer.
En definitiva, creo que la clave de una buena educación está en saber poner límites y darle cariño y afecto, algo que se puede hacer al mismo tiempo. Para conseguirlo, es esencial que seamos capaces de señalar aquello que hace bien y premiarle, pero no con algo material, sino con gestos o palabras de reconocimiento.
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